Este lunes 10 de febrero, en el cruce de la avenida Universitaria con Camino Real, en el distrito de Carabayllo, el excongresista fujimorista Óscar Medelius fue acribillado por dos sicarios que llegaron en una moto lineal. Éstos habrían disparado a la camioneta alrededor de 20 disparos.

Simultáneamente, también falleció uno de sus dos acompañantes, Juan Miguel Hidrago. El tercer acompañante, una mujer, quedó herida en el brazo y cuello. Es evidente que el objetivo era Medelius. Hidrago fue el daño colateral. Hasta ahí los hechos.

Vayamos, ahora, al presunto móvil de este ajuste de cuentas, por primera vez, a un excongresista fujimorista. De un lado, sin ninguna investigación a fondo y sabiendo que el occiso no radica en ese distrito, la PNP ha esgrimido la hipótesis de que se trataría de una extorsión.

Esa hipótesis no resiste el análisis de los hechos. ¿Por qué? Para empezar, Óscar Medelius no reside en ese distrito popular y, al parecer, no realizaba algún emprendimiento, los objetivos de los extorsionadores. Su labor es de abogado.

Así, pues, la hipótesis de extorsión no encaja. Pero hay razones de larga data y mayores para sospechar que su cruel asesinato, más bien, podría obedecer a un ajuste de cuentas por pugnas ínter-mafias. Y no a una víctima de la extorsión.

La primera razón: Medelius no solo fue un excongresista fujimorista, si no uno de los responsables de la falsificación de firmas que permitió la reelección de Fujimori en el 2000. Esa labor sucia e ilegal lo hizo por ordenes de Montesinos.

En ese sentido, fue parte de la narco-dictadura fujimorista. Y, más específicamente, fue un operador montesinista, un operador del SIN. ¿Dejó las prácticas mafiosas del fujimontesinismo noventero? Es improbable. No los dejó.

¿Qué hacía Medelius transitando por dos avenidas concurridas de Carabayllo? Obviamente no había salido de compras a algún supermercado. Ni tampoco estaba paseando a sus mascotas. Menos que haya estado administrando un pequeño negocio. Repetimos: el occiso no radica allí.

¿Entonces, qué hacía en Carabayllo, la sede de la banda «Los injertos del norte» de alias «El Monstruo», que controla la extorsión en gran parte de Lima Norte, así como del gran tráfico ilícito de terrenos? No hay que tener una gran imaginación para intuir que hacía por esos lares.

Y la segunda razón: hay que investigar los nexos de Medelius con las dos economías criminales de la zona: la extorsión y tráfico de terrenos. El auge de la economía criminal de la extorsión ha provocado la migración de muchos operadores del fujimontesinismo a ese negocio imparable. En su caso, como asesor legal.

Por ahí podría estar la explicación de su acribillamiento con un evidente tufo a un ajuste por pugnas ínter-mafias. No es casual que Otarola, Demartini y Colchado hayan pedido garantías para sus vidas. Las pugnas ínter-mafias están a la orden del día y serán a balazos. Esa es la República narco-criminal que vivimos

Por: Jaime Antezana.

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